martes, 29 de abril de 2008

Erase que se era...

La noche anterior que pasó con su padre en el hospital, entendió que desde que dos meses atrás muriera su madre, su padre había cogido miedo a las noches, y por eso no conseguía dormir bien. Se acordó del miedo que le daba la noche a él mismo de pequeño, y cómo su padre le leía algún cuento de aquel gran libro verde. Se le ocurrió entonces cómo ayudarle a dormir.
Recuperó aquel libro, y cuando la enfermera retiró la cena , lo abrió y comenzó a leer: “Érase que se era...”
Antes incluso de llegar al final del cuento, su padre dormía plácidamente, y al rato él, satisfecho, también. A la mañana siguiente solo él despertó, con el libro sobre las rodillas. Comprendiendo que su padre ya no había soportado más estar sin su madre, leyó la última frase: “ Fueron felices y comieron perdices, para siempre”.

miércoles, 9 de abril de 2008

La mujer de la puerta


La segunda vez, ésta por la otra puerta de la tienda de la que era dependiente, el corazón le dio un vuelco. Fue igual que la primera. La mujer abría la puerta, se quedaba estática bajo el marco por unos segundos, como si dudara entrar, y finalmente la cerraba.
Hacía un rato, por teléfono, le había hablado a su hermano del bonito encuentro amoroso que había tenido en un sueño la noche anterior, y la sensación de que había sido real con la que se despertó. Se acordó de que no supo decir qué aspecto tenía el rostro de la chica del sueño. En realidad, no tenía ningún rostro concreto, como ocurre tantas veces en los sueños. El caso, es que las dos veces, cuando aquella mujer apareció por cada una de las dos puertas de la tienda, a él le pareció que era la chica del sueño.

Se quedó esperando, girando la cabeza alternativamente, unas veces observando la puerta de la izquierda, y otras la de la derecha, que la mujer volviera a aparecer. Cerró cuarto de hora más tarde aquella tarde. Pero no apareció más.
Luego, por la noche, se acostó pensando en ella, por si así podía forzar a su subconsciente a reproducirla de nuevo en sueños. Dejó una libreta y un lápiz en la mesilla por si ocurría, y así rápidamente anotar los rasgos de la chica de su sueño.

A la mañana siguiente, no le hizo falta la libreta. Recordaba perfectamente todo lo que había soñado. Fue incluso mejor que la noche anterior, y le pareció aún más real. Recordaba también el rostro de la chica. No cabía duda, era la misma que se asomó por dos veces en la tienda.

Se marchó como cada día a abrir la tienda, pasando primero por el quiosco a comprar la prensa que siempre ojeaba durante cinco minutos en el mostrador, antes de colgar el cartel de "Abierto". Pero en su cabeza ese día solo estaba la idea de ver a aquella mujer de nuevo. Estaba inquieto, las horas se hacían eternas...Al fin, se abrió la puerta, y la mujer apareció. Rápidamente, se dirigió a ella, temiendo que volviera a desaparecer sin más como el día anterior:

-¡Perdona! ¿Querías algo?-

Ella titubeó un instante, y por fin dijo:

-Lo nuestro no puede ser-

Él se quedó de piedra. ¿Lo nuestro? ¿Qué era lo nuestro? Es decir, lo de los sueños...¿ella sabía? ¿le conocía? Sin embargo, como instintivamente, lo único que le salió decir fue:

-¿Por qué?

Ella contestó:

-Estoy casada. Ayer vine a devolver el regalo que mi marido me ha enviado por nuestro aniversario. En la tarjeta de felicitación figuraba el nombre y la dirección de la tienda en la que lo compró, y es esta. Estamos separándonos, y no quiero conservarlo. Al entrar, me pareció reconocer tu rostro, y me sorprendí, y no me atreví entrar. Al dar la vuelta a la manzana ví que la tienda tenía otra puerta, así que entré de nuevo, para asegurarme. Sí, eras tú. Hoy me he decidido a entrar a devolver el regalo, y a decirte que no podemos seguir con esto. Estoy confundida, y no sé qué podría ocurrir.-

Él no salía de su asombro. Por otro lado, incomprensiblemente, se sentía dolido por lo que la mujer le estaba diciendo. Como si estuviera ante la ruptura de una relación verdadera. Pero no lo era, ¿o sí? La mujer se dirigía a la puerta, decidida a marcharse. Él, le dijo:

-¡Espera! No te he devuelto tu dinero...-
-Es igual-

Y entonces, urgido por la inminente desaparición de la que él ya parecía tener por la mujer de su vida, cogió lo primero que pilló del mostrador, una pluma estilográfica, y se la dio como en un intento de retenerla, de no dejar terminar la historia así sin más. Le dijo:

-Si no quieres el dinero, llévate esto a cambio, al menos.-
-Está bien. Gracias.-
Y finalmente se marchó.

Esa noche, como la anterior, se acostó pensando en ella. Y volvió a soñar. Soñaba que la llamaba por teléfono, pidiéndole por favor que se vieran. Ella le repetía que no podía ser, y se negaba. Insistía desesperado, fuera de sí. Decidió ir a su casa, en la que en el sueño anterior pasaron la noche juntos. Llamó al timbre, una vez, y otra, y otra. Por fin ella abrió y entonces....Entonces se despertó.

La mañana siguiente, se preparó para iniciar la jornada de nuevo. Se dirigió al quiosco de siempre a por la prensa. Mientras, pensaba en si ese día la vería, en cómo hubiera continuado el sueño si no hubiera despertado. Llegó a la tienda, abrió las verjas, y sobre el mostrador comenzó a echar un vistazo a la prensa. Leyó estupefacto la siguiente noticia en la página de sucesos:

"Encontrada muerta una mujer de unos 30-35 años en su casa de la calle.... Según fuentes policiales todo parece inidicar que se trata de un crimen pasional. En el lugar de los hechos se halló una pluma estilográfica que según el forense el asesino clavó varias veces en el cuello de la víctima..."

Desconcertado y hecho un manojo de nervios, pasó el día como pudo aguardando con ansiedad que la mujer pasara por la tienda. No apareció.
Esa noche, y muchas de las siguientes, las pasó en vela haciendo cualquier cosa que le mantuviera despierto. Le daba miedo dormirse. Le aterraba soñar.


jueves, 3 de abril de 2008

Sencillez


Pasear por las calles más deslumbrantes de París y abstraerse maravillado contemplando el juego de manos entre dos jóvenes enamorados sentados en un banco.
Eso es sencillez.