martes, 2 de diciembre de 2008

INCIDENTE



Se dedicaba a la pintura. La noche del primer encuentro me despertó mucho interés, así que traté de que hubiera más. Sin embargo, después de soportar muchos desaires por su parte, comprendí que cuanto antes la olvidara mejor. Confieso que no me costó demasiado, y quizá crecido al darme cuenta de ello, me atrevía a mostrarme yo mismo desairado con ella cuando esporádicamente aparecía.

Una noche, después de algún tiempo sin verla, inesperadamente, apareció. Fue una noche en que yo estaba tomando unas copas en un bar con mis amigos y con una mujer con la que hacía poco tiempo había empezado una nueva aventura. Ésta última, charlaba animadamente con el resto del grupo, mientras yo me había quedado un poco apartado con mi copa en la mano izquierda y un cigarro en la derecha, observando a la gente junto a la puerta del baño femenino. Y entonces la ví, acercándose hacia el baño cuya puerta yo parecía custodiar.

Yo ya tenía perfectamente preparada la actitud fría con que abordaría el encuentro que irremediablemente se iba a dar. Ella seguía caminando hacia el baño, hacia mí. Ya estaba lo suficientemente cerca como para no poder fingir no verla y, acorde a lo que la buena educación aconseja, saludarla. Eso sí, con un escueto “hola”.

Y justo entonces, como de la nada, la mujer con quien había empezado a salir, poco menos que se avalanzó sobre mí desde mi izquierda, para decirme algo que desde luego no era nada urgente, motivo por el que quizá ahora ni siquiera recuerdo qué era... La irrupción fue tan súbita y violenta que obligó a la pintora a echarse a un lado para repeler el “ataque”, con expresión de perplejidad en los ojos. Se metió en el baño sin que fuera posible ni si quiera el “hola”.

El hecho parece insignificante, pero tiene su gracia y su importancia. Pues con aquel incidente, es muy posible que la mujer a la que pretendía yo devolver desaires, sacara paradójicamente como conclusión que estoy loco por ella. Pudo percibir casi literalmente en sus propias carnes que la otra mujer que así reclamó mi atención, veía en ella una amenaza (nada como una mujer para interpretar los gestos de otra). Y si así era, pensaría, pues sería por algo.

Y lo mismo opino yo: Por algo sería. Así que el incidente me hizo dudar si verdaderamente la pintora me era tan indiferente. Porque a pesar de lo que yo creyera sobre lo olvidada que la tenía, ¿quién soy yo para contradecir a una mujer cuando ve en otra una amenaza para retenerme? ¿Quién soy yo para meterme en cosas de mujeres?